Una pequeña brisa
perturbó el acompasado baile de la llama del fuego, haciéndola oscilar,
titubeante, en varias direcciones. Mientras, la aguja recorría sigilosa los
surcos del disco que había comprado el día anterior. Recogí mi pelo torpemente
y abroché los botones de una chaqueta ya gastada por el tiempo.
La taza se
deslizaba entre tus dedos, apurando la última gota de café. Había pasado tanto tiempo …
Me senté en el
sofá, apoyando la cabeza sobre tu hombro, mientras tú cubrías mi cuerpo helado
con una manta.
Poco importaban el
aire que trasladaba las hojas de un lado a otro del parque, las voces de los
niños que corrían alrededor de la fuente o el ladrido de los perros …
- No digas nada,
deja que las dulces notas de esta sonata se cuelen en mis oídos mientras siento
el calor de tu cuerpo junto al mío. No permitas que tus labios dejen escapar
esas palabras … Mañana volverán las luces, mañana saldremos de nuevo a la
calle, tú a tu vida y yo a la mía, fingiremos incluso no habernos conocido
nunca. Pero hoy no, hoy estamos solos, tú y yo …-