jueves, 17 de septiembre de 2015

Dejad que la luna me bañe de plata e ilumine mi rostro.
Dejad que en mis oídos resuenen sus zapatos, que su taconeo atraviese las tablas y mis pies sigan el ritmo de sus pasos.  
Dejad que vea al sol posarse en sus balcones y a los pajarillos cantarles a sus fuentes.
Dejad que el sonido de su guitarra se mezcle entre volantes de colores.
Dejadme pasear sus calles y que el olor a jazmín inunde mi alma.
Dejad que la admire esta serena noche, que mis ojos recorran sus jardines, sus luces, y que el frescor de sus aguas calme este fuego que me arde por dentro.
Dejadme que llore, que hoy he vuelto a verla.
Pero no sequéis mis lágrimas que no es pena lo que siento, sino alegría y grandeza por estar a su vera.
Y cuando me vaya, decidle sólo una cosa… ¡Qué la echo de menos!