Sus voces sonaban por todos lados. Gritaban, cantaban
canciones navideñas,… Mientras, ella recogía tranquilamente sus libros de la
mesa y los colocaba ordenadamente en su mochila. Aquella mañana no quiso
desayunar, así que su madre le había mandado uno de los bollos de aceite que
habían hecho en casa la tarde anterior. Bajó al patio y se sentó junto a la
fuente del fondo. Sus compañeros corrían de un lado para otro y hacían cola
para subirse a la palometa. Despacio, saboreaba aquel dulce con aroma a naranja
y a miel.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhrAClZuK8ZcbhCcOq5pOmolYsqD8IeT8bhrzuydlarCj-4wTVKF-Pn7CfLanf5bvFrtfwf_aS_RQZWxyrLYlj9GhMkx6syhTpuZAbACvYh6Aw3qVU24VKz5w7c9gBOr7E_J6VCubCWHwON/s320/suitcase.jpg)
Aquella tarde, ayudaría a su hermana a poner el árbol de
Navidad y leería el nuevo libro que, cuidadosamente, había escogido en la
biblioteca. Le impresionó el dibujo de la portada y, por ello, decidió
llevárselo a casa. Cada libro era una historia, una aventura nueva que vivir,
personajes que se colarían en su vida durante un breve periodo de tiempo.
Añoraba aquellos años y el calor de la chimenea siempre
encendida.
Ahora, pasea su maletín cargado de sueños por desconocidas
calles…