jueves, 10 de diciembre de 2015

    Sus voces sonaban por todos lados. Gritaban, cantaban canciones navideñas,… Mientras, ella recogía tranquilamente sus libros de la mesa y los colocaba ordenadamente en su mochila. Aquella mañana no quiso desayunar, así que su madre le había mandado uno de los bollos de aceite que habían hecho en casa la tarde anterior. Bajó al patio y se sentó junto a la fuente del fondo. Sus compañeros corrían de un lado para otro y hacían cola para subirse a la palometa. Despacio, saboreaba aquel dulce con aroma a naranja y a miel.

    Había llegado su turno, se levantó y se dirigió al lugar donde estaban los columpios. Subió a uno de los balancines y empezó a coger impulso. Sus trenzas volaban hacia un lado y hacia otro y su falda se levantaba con cada movimiento. Entonces, soñaba…
   Aquella tarde, ayudaría a su hermana a poner el árbol de Navidad y leería el nuevo libro que, cuidadosamente, había escogido en la biblioteca. Le impresionó el dibujo de la portada y, por ello, decidió llevárselo a casa. Cada libro era una historia, una aventura nueva que vivir, personajes que se colarían en su vida durante un breve periodo de tiempo.

   Añoraba aquellos años y el calor de la chimenea siempre encendida.

   Ahora, pasea su maletín cargado de sueños por desconocidas calles…