sábado, 1 de diciembre de 2018

     Lástima que aquella bala no hubiese atravesado su pecho. Unos segundos de dolor y todo hubiese sido más fácil, pero no, fue solo un rasguño, apenas un fragmento de piel que pronto recuperaría, ni un resto de sangre. Tantas heridas en tan poco tiempo y ninguna lo suficientemente grande como para acabar con ella ...
     Qué le importaban ya las luces, si había una que jamás volvería a brillar. Todo quedaría en un ir y venir de platos y copas, en un brindis vacío por un anhelo imposible. La estrepitosa huída de años de felicidad que no volverían a repetirse.
     Qué supondría ya volver a reunirse a la mesa si había una silla que jamás ocuparía su hueco, una sonrisa que se había apagado demasiado pronto. ¿Por dónde volarían los pensamientos? ¿Con qué recuerdo se irían a dormir esa noche? ¿Qué manos acariciarían su rostro? No, ya no tenía sentido imaginarlo, ya no habría cincuenta años que celebrar, ya solo habría tiempo para añorar lo que podría haber sido y nunca llegaría a pasar ...


domingo, 3 de junio de 2018

     El brillo de sus zapatos auguraba que aquella sería una gran noche. Decenas de parejas paseaban a orillas del lago mientras el sol teñía de un cobrizo intenso sus aguas. Solo una suave brisa lograba perturbar la quietud de aquel atardecer del mes de Junio.


     Lucy había colocado una flor en su pelo. Los volantes de su vestido ondeaban con alegría al más mínimo atisbo de movimiento en sus caderas. Por fin, la noche se hacía con la ciudad y, uno a uno, los músicos iban llenando el escenario. Lucy vio pasar todo un desfile de trompetas, clarinetes, saxofones, ... y un sinfín de instrumentos que se iban agrupando en torno al piano. La pista de baile comenzaba a llenarse, había llegado el momento que tanto deseaba. John la miraba desde el otro lado de la plaza. Hoy lucía su mejor pajarita y los tirantes que ella le había regalado para la ocasión. Al micrófono, un hombre menudo de tez oscura y voz seductora anunciaba a los asistentes que el Festival de Verano de Swing daba comienzo. Los pistones de las trompetas empezaron a moverse y el resto de instrumentos comenzaron a seguirlos, despertando el movimiento de brazos y pies de unos bailarines que ansiaban deslizarse por aquella pista de baile y dejarse llevar por la embriagadora música que sonaba por doquier.

     Desde las terrazas de bares y restaurantes, cientos de curiosos disfrutaban de aquella escena y muchos se atrevieron a probar con aquellos movimientos imposibles.

     “Cuando bailaba se sentía libre”, eso era lo que pensaba Lucy cada vez que calzaba sus zapatos y comenzaba a moverse, junto a John, al ritmo de aquellos compases. Parecía como si el tiempo se hubiese detenido, como si todo lo que le preocupaba se hubiera esfumado de golpe. No había miedos ni dudas ni lágrimas. En ese momento, sólo existían John y ella.

     Lucy deslizaba sus pies con soltura, sonreía y giraba, una y otra vez, rodeando a John, quién  seguía sus pasos con dulzura. El Festival sólo duraría tres días, pero aquella noche permanecería en su cabeza toda la vida ...



domingo, 7 de enero de 2018


Imagen relacionada

Sal al balcón, que aún están las luces encendidas y riega la fuente los geranios. Sal, que corretean los niños por la calle y ruedan las canicas en el parque.
No cojas tu abrigo, que queda champán en la copa y suena aún la guitarra. Déjalo, que no has bailado el último compás y espera el mantón colgado.
No cierres los ojos, mira que aún está el fuego encendido, ni limpies el carmín de tus labios, que aún no lo has besado.
No te despidas de ella que no has llegado y seca tus lágrimas que los pájaros ya volaron y ahora vuelven a posarse sobre su suelo mojado.
No digas que te fuiste que vuelves cada noche por el camino ya andado, cubriéndolo de flores, semillas y llanto.

Sal niña al balcón y guarda su recuerdo en tu mano.