sábado, 1 de diciembre de 2018

     Lástima que aquella bala no hubiese atravesado su pecho. Unos segundos de dolor y todo hubiese sido más fácil, pero no, fue solo un rasguño, apenas un fragmento de piel que pronto recuperaría, ni un resto de sangre. Tantas heridas en tan poco tiempo y ninguna lo suficientemente grande como para acabar con ella ...
     Qué le importaban ya las luces, si había una que jamás volvería a brillar. Todo quedaría en un ir y venir de platos y copas, en un brindis vacío por un anhelo imposible. La estrepitosa huída de años de felicidad que no volverían a repetirse.
     Qué supondría ya volver a reunirse a la mesa si había una silla que jamás ocuparía su hueco, una sonrisa que se había apagado demasiado pronto. ¿Por dónde volarían los pensamientos? ¿Con qué recuerdo se irían a dormir esa noche? ¿Qué manos acariciarían su rostro? No, ya no tenía sentido imaginarlo, ya no habría cincuenta años que celebrar, ya solo habría tiempo para añorar lo que podría haber sido y nunca llegaría a pasar ...