Un golpe en la cabeza. La sangre se deslizaba entre mis dedos. Agua cristalina y fría, como mil puñales clavándose en mis manos. Limpié la herida. Entre las hierbas bajaba silenciosa, transparente y fría, curó mi herida. Te sentía cerca, estabas allí, no sé dónde, pero estabas, tú también, curando tus heridas …
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