Ven aquí conmigo y cierra los ojos, te contaré qué veo...
Son sus montañas las que se recortan en el horizonte. Brillan
sus cumbres al reflejo del sol. Y su aroma… mmm, puedo oler ese aroma a pino húmedo
como si acabase de llover.
Florecidos están los almendros, adornando unas paredes que
sobreviven majestuosas al paso del tiempo. Se escuchan risas y voces. Se
escuchan pasos.
Mírame, estoy sentada junto al río. Amanece un día
estupendo, de nuevo, vuelve a salir el sol. Debí de hacerte caso, debí ponerme
el vestido de flores que es más fresco. ¿Ves cómo relucen mis zapatos rojos? No
dejo de agitar las piernas, no dejo de sonreír … ¿Sabes? Te diré una cosa, sólo
si prometes no decírsela a nadie. Aquí soy feliz …
Detrás de mí, hay un niño que corre tras las palomas mientras
su madre grita y acelera el paso. Ha vuelto a tropezar.
¿Y tú?, te has quedado atrás, escuchando los violines,
tambores y timbales. ¡Corre – te grito desde lo lejos - o se nos hará tarde!,
los jardines no son iguales sin la luz del sol. Además, tienes que enseñarme a
bailar, junto a la fuente, ¿recuerdas?
¿Por qué me miras así? ¿Qué te atormenta? ¿Acaso no somos
nosotros los que paseamos? ¿No es tu mirada la que reluce entre esos árboles?
¿No son las piedras de sus calles las que se clavan en mis pies?
¡Vuelve a cerrar los ojos, hazlo con fuerza, y dime que todo
lo que veo no existe! ¡Dímelo!
¡Dime que no es el sonido de su campana el que escucho cada
noche! ¡Dímelo y seca mi llanto!
¡Dímelo! ¡Dime si es ésto locura! Y si es así, ¡déjame cerrar
los ojos y enloquecer cada día …!
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