sábado, 25 de junio de 2011

Cuando me desperté, los rayos del sol empezaban a colarse tímidamente en mi habitación. Miré el vaso, ni rastro del barco, otra vez la gallina negra, como todos los años. Lavé mi cara con el agua de rosas que había dejado al sereno, cuidadosamente, la noche anterior, la noche de San Juan, la misma noche en la que años atrás tuve que dar un giro de casi ciento ochenta grados para evitarle un sufrimiento mayor a mi madre …   

jueves, 23 de junio de 2011

No vas a ser capaz, nunca lo conseguirás …  – me repetía una y otra vez mientras te escuchaba atentamente desde mi habitación - eso no es para ti … Pero cada día me acercaba a él, a escondidas, y levantaba la tapa, una tecla, dos, quizás alguna más … sí, probablemente alguna más. Hasta que aquella tarde me sentaste a tu lado y, con paciencia, conseguiste que mis dedos tocaran las teclas exactas para hacer sonar una melodía, una nana. Tú ya no recordarás ese día, yo no lo olvidaré nunca …  

lunes, 20 de junio de 2011

Estaba sola en casa, era domingo, mi futuro aún por decidir y en la cabeza millones de ideas formando una maraña imbarajable. Subí la cuesta, con paso lento pero firme, rodeándome de árboles, de frondosos árboles de hojas verdes. Me senté al filo del muro, dejándome envolver por la magia de aquel lugar, respirando tranquilidad. Frente a mí, cientos de casas cubriendo la ladera, casas blancas, de tejados oscuros, rodeadas de cipreses,  miradas cruzándose en la distancia, casi sin darse cuenta, y en mis oídos, una dulce melodía … En ese momento me di cuenta de que aquel era mi sitio …  

miércoles, 15 de junio de 2011

Llegaste justo cuando estaba pensando en ti, pero tu paso era firme, rápido, fuiste como una ráfaga del más frío vendaval, congelaste mi cara y te esfumaste, como lo hace el humo de un cigarro. Sólo en ese momento pude comprender que mi decisión fue del todo acertada … 

lunes, 13 de junio de 2011

… y el mar se apareció ante mí, imponente, con el incesante movimiento de sus olas, despertando en mí una sensación de paz que hacía tiempo no experimentaba. Y me dejé llevar, sentada sobre la arena húmeda, deteniendo el reloj en ese instante, ajena a todo lo que me rodeaba. Sentí la suave brisa rozar con dulzura mi piel, mecer mi pelo … La mirada perdida, testigo de la huída del sol … y pensé, pensé muchas cosas. Caminé sin rumbo, con el agua salada mojando mis pies, las chanclas en mi mano y el vestido ondeando al son del viento. Quise correr, pero no pude, el timbre de un despertador me precipitó estrepitosamente a la realidad, al amanecer de un nuevo día …