No vas a ser capaz, nunca lo conseguirás … – me repetía una y otra vez mientras te escuchaba atentamente desde mi habitación - eso no es para ti … Pero cada día me acercaba a él, a escondidas, y levantaba la tapa, una tecla, dos, quizás alguna más … sí, probablemente alguna más. Hasta que aquella tarde me sentaste a tu lado y, con paciencia, conseguiste que mis dedos tocaran las teclas exactas para hacer sonar una melodía, una nana. Tú ya no recordarás ese día, yo no lo olvidaré nunca …
No hay comentarios:
Publicar un comentario