lunes, 13 de junio de 2011

… y el mar se apareció ante mí, imponente, con el incesante movimiento de sus olas, despertando en mí una sensación de paz que hacía tiempo no experimentaba. Y me dejé llevar, sentada sobre la arena húmeda, deteniendo el reloj en ese instante, ajena a todo lo que me rodeaba. Sentí la suave brisa rozar con dulzura mi piel, mecer mi pelo … La mirada perdida, testigo de la huída del sol … y pensé, pensé muchas cosas. Caminé sin rumbo, con el agua salada mojando mis pies, las chanclas en mi mano y el vestido ondeando al son del viento. Quise correr, pero no pude, el timbre de un despertador me precipitó estrepitosamente a la realidad, al amanecer de un nuevo día … 

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