sábado, 25 de junio de 2011

Cuando me desperté, los rayos del sol empezaban a colarse tímidamente en mi habitación. Miré el vaso, ni rastro del barco, otra vez la gallina negra, como todos los años. Lavé mi cara con el agua de rosas que había dejado al sereno, cuidadosamente, la noche anterior, la noche de San Juan, la misma noche en la que años atrás tuve que dar un giro de casi ciento ochenta grados para evitarle un sufrimiento mayor a mi madre …   

No hay comentarios:

Publicar un comentario